viernes, 11 de octubre de 2013

La Guerra del Despertar

Durante el verano de 1890, los Profundos de nuestro planeta culminaron los rituales para despertar al sacerdote Cthulhu, al que adoraban como a una divinidad.

El Despertar de Cthulhu atrajo hacia nuestro mundo la mirada de entidades errantes, antiguas y poderosas, entidades cuyo interés en nuestro mundo era, en el mejor de los casos, temporal. Cthulhu el Sacerdote imploró la presencia de extraños y Antiguos Dioses que nuestra mente no puede abarcar y preparó su llegada mediante un ritual complejo, largo para el sentir humano.

A través del éter espacial, sus huestes fueron llegando.

Las hordas de profundos se abalanzaron a la superficie, triunfales, acompañados por criaturas apenas imaginables, y asolaron puertos y ciudades, golpeando en cualquier punto abierto al mar. Capturaron miles de presas, arrastrados hasta las profundidades insondables, y convirtieron a sus prisioneros en hordas sin mente, tropas desechables para el glorioso ejército del mar, o peor, encadenados en los criaderos submarinos, dando a luz o fecundando a los nuevos amos del planeta.

La humanidad, dispersa y confusa al principio, se dio cuenta con rapidez que aquello era el fin, que su insignificancia era real, y que su extinción ni siquiera merecía la atención del que fuera despertado para provocarla. La humanidad iba a extinguirse por accidente. Su existencia carecía de propósito. Dios ni siquiera era una broma. Los Profundos iban a exterminar a la humanidad y a ofrecer sus almas como tributo a una deidad muda.

La supervivencia se convirtió en el principal motor de la humanidad. Buscaron herramientas en las mismas pesadillas a las que tuvieron que enfrentarse. Los viajeros astrales abrieron las tierras de los sueños a ojos que, años antes, no habrían podido ni creer en los sueños. Viajeros de otros mundos acudieron a auxiliar a la humanidad, y a combatir a sus enemigos comunes.

La humanidad opuso resistencia.

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